GT ha hecho renacer el sistema LTS y se ha olvidado de la complejidad de sus suspensiones pasadas. Ahora todo es simplicidad.
GT es una de esas marcas que nunca ha tenido miedo a arriesgar con sus diseños. Durante las últimas dos décadas hemos visto como presentaban multitud de sistemas de suspensión. Todo arrancó con el sistema RTS en los años 90. Pero fue su evolución, el LTS, el que pondría a GT en la élite del mountain bike. Además de darle numerosas victorias en el mundo del DH a principios de este siglo. A partir de ahí sus suspensiones se complicaron. La llegada del peculiar sistema i-Drive (uno de los últimos sistemas en confiar, en parte, en el concepto de trasera unificada, es decir, el eje de pedalier y eje de la rueda en la parte «suspendida» de la bicicleta) enfocó a la marca hacia suspensiones que pedaleaban muy bien, pero sus modelos perdían relevancia en el segmento de largo recorrido. La firma ha querido cerrar el círculo y para su gama 2019 ha recuperado su fórmula más exitosa. Ha hecho renacer el sistema LTS para dar vida a una nueva GT Force de enduro y la nueva GT Sensor de all mountain que ha pasado por nuestras manos.
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