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Medio Ambiente pone en jaque la disputa de la Vuelta a Ibiza

La erosión del terreno es el argumento tras el que se intenta limitar los participantes o se vetan senderos en muchas pruebas de todo el país

Ayer saltaba la noticia. La Vuelta a Ibiza en BTT suspendía la apertura de inscripciones para su edición 2017, que estaba prevista abrirse ese mismo día.

Este sorprendente hecho destapaba una problemática que puede dejar fuera de juego a una de las competiciones que más ha crecido en el panorama nacional en los últimos años.

Tras la suspensión de la apertura de inscripciones está el hecho que el departamento de Medio Ambiente del gobierno de Baleares tenía previsto dar permiso a únicamente un máximo de 300 participantes, muy lejos de los más de 1.000 previstos.

Paisajes excepcionales típicos de Ibiza. Foto Jon Izeta

Paisajes excepcionales típicos de Ibiza. Foto Jon Izeta

Continúa tras los patrocinadores



El caso es la punta de iceberg de una problemática que se extienda más allá de las Islas Baleares. El crecimiento en participantes de muchas pruebas lleva a los organismos de control de las mismas a encender la señales de alarma y a optar por limitar el número de participantes. Eso en el mejor de los casos, dado que en muchos otros se veta el uso de determinados caminos o de senderos estrechos, capando la esencia de muchas de las pruebas de MTB del calendario. Si a ello sumamos la problemática de tratar con la multitud de propietarios de terrenos en algunas comunidades el resultado es que organizar una carrera numerosa es cada vez más complicado.

Las entidades oficiales intentan velar por el uso sostenible de la montaña, bajo el pretexto de la erosión que puede llegar a producir una carrera de MTB sobre el terreno. Es un argumento que suele doler entre las entidades bikers, especialmente cuando se entra en la comparación de la erosión que generan otros usos de los senderos por otros colectivos. O incluso el cuidado (o descuido en un gran número de casos) que hacen los propietarios de los mismos.

Por parte de los organizadores de pruebas también se debe tener presente que las pruebas deben tener un número de participantes adecuado al terreno por el que se disputan, y que el crecimiento ilimitado no es un buen camino. El año pasado la Vuelta a Ibiza fue un rotundo éxito con 1.200 participantes. Récord absoluto de la competición. De hecho, este año, ya se preveía recortar el número de corredores para tratar de evitar los previsibles tapones que se produjeron en algunos puntos de las etapas. Está claro que el camino para tener una prueba con enorme participación suele pasar por ofrecer un recorrido menos técnico y, en resumen, más alejado de la esencia del MTB. Monegros es un ejemplo de ello. No es lo mismo meter a 1.000 bikers en una pista de 8 metros de ancho que hacerlo por revirado senderos en el bosque donde sólo pasa un corredor. Obviamente, a ojos de los amantes del MTB, el disfrute de rodar por una pista de 8 metros queda lejos del de hacerlo por un sendero de un par de palmos de anchura.

De vuelta al caso de Ibiza, la carrera además supone un importante impulso económico, con un volumen de negocio de más de 1 millón de euros para la zona, en una época alejada de la temporada alta. Es una de las bazas con las que pueden presionar los organizadores a los organismos oficiales. También escoger recorridos que eviten las zonas más sensibles, como puedan ser parajes protegidos, aunque en muchos casos estas medidas pueden suponer el adiós a la esencia de la carrera.

Hacia finales de este año se conocerá si la Vuelta a Ibiza tendrá edición 2017. La organización tiene ese plazo para encontrar la fórmula que guste a Medio Ambiente y que permita que la carrera no quede diluida respecto a la prueba que fue capaz de reunir a 1.200 bikers este año.

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