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Conquistando el polo sur en bici: 7 días de fatbike y temperaturas de -34º

Un hito histórico y una aventura al alcance de muy pocos

La conquista del Polo Sur. Una aventura que logró ser culminada por primera vez en la historia por Roald Amundsen, explorador noruego que alcanzó este mítico punto del planeta el 14 de diciembre de 1911.

Muchos años después el aventurero Eric Larsen propuso a Trek un nuevo hito. Llegar allí en bicicleta.

La bicicleta a escoger estaba clara. Nieve es territorio fatbike, así que la Trek Farley debía ser la escogida. Pero antes se planteaban muchas dudas técnicas. ¿Qué pasaría con el material expuesto a jornadas de -34º?

El protagonista de esta aventura

El protagonista de esta aventura

Continúa tras los patrocinadores



Lo que sigue es el relato de 8 días de aventura para realizar un sueño, llegar al polo sur en bici.

Día 1

¿Nuestro objetivo? ¡Llegar al Polo Sur en bicicleta! Estoy haciendo de guía para Antarctic Logistics and Expeditions. Mi cliente Yoshi y yo estamos muy ilusionados después de una semana bastante ajetreada realizando pruebas de todo tipo y empaquetando material en Union Glacier. Todo el campamento tenía envidia de mi Trek Farley.

El vuelo hasta aquí desde Union Glacier dura casi cinco horas, incluyendo una parada técnica para repostar gasolina en un sitio llamado Thiels Corner. La última vez que estuve fue en el año 2008, haciendo de guía para un grupo de cuatro clientes por la misma ruta que había descubierto Reinhold Messner. Me acuerdo de ese día perfectamente, ya que nos sirvieron algo muy especial en un punto de avituallamiento: creo recordar que se trataba de una ración extra de galletas y patatas fritas. En ese momento, estábamos a mitad de camino. La expedición duraría 43 días y aún nos quedaba la larga y difícil escalada a la meseta polar.

La meseta se encuentra a una altura aproximada de 2.590 metros, aunque, en realidad, parecen 3.660 metros, dado que la atmósfera terrestre es más fina en los polos. Partiendo de una altura de casi 730 metros desde Union Glacier, mucha gente comete el error de atacar demasiado pronto. Esto puede provocar mal de altura y, en ocasiones, se han tenido que realizar evacuaciones médicas. Nuestro plan es pasar una noche relajada y por la mañana rodar durante seis horas por los senderos.

Estar aquí es increíble, no lo puedo negar. Estamos completamente rodeados de una nieve que se extiende por todas partes. Hace frío. Estamos a -34 °C con viento de 10 nudos que actúa como una cuchilla en la piel. Pero este sitio es mi hogar y para tener éxito en la Antártida hay que aguantar, no conquistar.

La primera bicicleta en el polo sur

Conquistando el polo sur

Sigue las marcas

Siguiendo una ruta peculiar

Día 2, -33º

Uno de los secretos mejor guardados de la Antártida es que, en realidad, es bastante cómodo acampar aquí. Una vez montada la tienda de campaña, la temperatura interior no es tan baja. Aquí todo es muy seco, así que la escarcha de mi buff y de mi nariz se derriten rápidamente (y también la de mis gafas Zeal).

Aún y así, esto no es ningún paseo y, además, la inmensidad del lugar resulta, por decirlo suavemente, intimidante. También hace mucho frío, lo cual supone un problema añadido a todo lo demás. Beber un vaso de agua o ponerse más ropa puede ser una tarea de supervivencia de proporciones épicas en este ambiente. No estoy bromeando. Si pierdes un guante, ya puedes despedirte de tus dedos.

Nieve y hielo, y temperaturas de casi 40 grados bajo cero

Nieve y hielo, y temperaturas de casi 40 grados bajo cero

A pesar de todo, aquí me siento afortunado. Me encanta la nieve y lo inhóspito del entorno. No hemos podido disfrutar demasiado del ciclismo. Nos pasamos el día empujando la bicicleta y quedando atascados en cualquier sitio. Al ser un lugar tan seco, la nieve actúa como un papel de lija y cuando tiramos de los trineos, parece que estemos tirando de un ancla, lo cual supone una dificultad añadida.

Es fácil ahogarse ante tanta adversidad y, cuando anochecía, tuve que convencer a Yoshi para que no se tirase de un barranco. Estaba exhausto, desconcertado y a punto de rendirse. Fue todo muy emotivo.

Le dije: «Nunca decidas una cosa al final de la jornada. Una buena cena y un buen descanso te ayudarán a mejorar tus perspectivas».

Ahora estoy metido en mi saco de dormir Therm-A-Rest, tapándome los ojos del sol que está presente las 24 horas del día y esperando que la mañana siguiente nos aporte una nueva perspectiva. ¡Y una tienda de campaña bien calentita al final del día!

Distancia recorrida: 14 kilómetros

Señales

¿Te multará alguien si te lo saltas?

Montando campamento

Montando campamento camino del polo sur

Día 3, -34º

Cada vez que llega el momento de una expedición suelo tener una pesadilla muy recurrente que siempre está relacionada con el factor tiempo. A pesar de la gran variedad de peligros a los que nos enfrentamos en cualquier gran aventura, el factor psicológico que supone afrontar el paso del tiempo y el entorno puede resultar abrumador.

Afrontar el comienzo de una expedición de dos meses puede ser muy desalentador. Tener que concentrarse en una sola cosa (esquiar, escalar, etc.) durante días y días también lo es. Especialmente si lo comparas con el ritmo del resto del mundo. Aquí no hay distracciones, ni lugares de ocio. Suelen ser habituales los momentos de introspección y eso da miedo. Siempre he pensado que la mejor forma de determinar aquello que es más importante es eliminando cualquier otro pensamiento.

En la Antártida, el tiempo suele ser el enemigo. Disponemos de un determinado número de días para cubrir una distancia concreta. Durante nuestra expedición Last Degree en bicicleta, disponemos de avituallamiento para recorrer 109 kilómetros en ocho días.

Aquí es muy difícil pedalear. Se trata de una lucha constante entre el cansancio y el aguante. Después de dos días, me voy habituando al factor tiempo. No es la primera vez que tengo estas sensaciones y, seguramente, no será la última.

Día 4, -29º

En la Antártida, entre que nos despertamos y empaquetamos todas nuestras pertenencias para dirigirnos hacia el sur pasan casi dos horas. En ese intervalo de tiempo, suelo dedicarme a derretir nieve con mi hornillo MSR, vestirme, desayunar e ir al lavabo, además de preparar la sopa y otras cosas. No suele ser una tarea demasiado relajante. Una vez en camino, suelo necesitar una hora para calentar los músculos.

Hemos vuelto a tener suerte con el tiempo, despejado y en calma. Además, un par de guías de ALE salieron en motos de nieve desde el Polo Sur y la nieve está ligeramente compactada, por lo que hemos podido recorrer más distancia con la bicicleta. De hecho, hemos cubierto 22,8 kilómetros en siete horas y media. En total, hemos estado casi 10 horas en marcha sin contar los periodos de descanso.

En cuanto al ajuste de la bicicleta, estoy encantado con el rendimiento de mi Trek Farley 9.8. En condiciones como estas, el peso es fundamental. He decidido llevar casi todo mi equipo en el trineo para quitar peso a la bicicleta y utilizo un «brazo» Thule como el de los remolques para niños. Con este sistema, es casi imposible que el trineo adelante a la rueda trasera y la fuerza de empuje queda casi en línea con el trineo.

El terreno es ondulado, por lo que hemos tenido que ascender casi dos horas por la nieve. Y luego, el descenso. Hoy me paré, miré a mi alrededor y pensé, «parece que estemos encima de un pastel redondo». Estábamos justo en el centro de un círculo blanco.

El avión de transporte

El avión de transporte

Día 5, -32º

Si hay algo que he aprendido de la Antártida con el paso de los años, es que la única constante son los cambios. He podido acabar dos expediciones completas (de casi dos meses de duración) al Polo Sur y otras dos de forma parcial. Esta es mi quinta temporada en la Antártida y, hasta ahora, nunca había podido disfrutar de tantos días de sol seguidos. La meteorología y la visibilidad han sido excelentes durante los últimos cuatro días y me preocupa la posibilidad de que el tiempo cambie a peor.

También hay que tener en cuenta que nosotros hemos puesto algo de nuestra parte. Nuestra expedición es corta y no se trata de una carrera ni de un intento de batir un récord mundial. Es por ello que aprovechamos toda la ayuda posible para aumentar nuestras posibilidades de éxito. Ya sea un avituallamiento para reducir el peso de nuestros trineos o pedaleando detrás de una moto de nieve, como en este momento. Todos los que han probado una fat bike saben que la nieve incide mucho en el rendimiento. En la Antártida, la nieve suele ser dura y compacta por el efecto del viento, aunque también suelen haber zonas menos firmes que nos ralentizan. Las orugas de la moto de nieve compactan la nieve justo lo necesario como para seguir pedaleando con más eficacia y fiabilidad.

Rodar encima de la bicicleta sigue siendo una tarea complicada. Llevamos aquí cinco días y aún no nos hemos aclimatado. Afortunadamente, la navegación es mucho más fácil ahora. En lugar de comprobar la brújula para dirigirme a un punto concreto del horizonte, solo tengo que seguir la pista que se dirige al sur. Me preocupa el viento, ya que puede borrar cualquier señal que haya podido dejar la moto de nieve. Sin embargo, intento no pensar demasiado en ello.

Vamos avanzando lentamente. Pedaleamos y andamos durante una hora. Después nos tomamos un descanso de siete minutos para comer y beber algo. Y así, sucesivamente. Llega un momento, al final de la jornada, en el que solo pienso en llegar, meterme en la tienda de campaña y dormirme. Estoy cansado.

La soledad del polo sur

La soledad del polo sur

Día 6, -32º

Uno de los libros favoritos de mi hijo es uno de Barrio Sésamo titulado «El taller de reparaciones», en el que Epi y Blas se unen para arreglar los juguetes de otros monstruos. En las expediciones, a menudo tengo la sensación de que la tienda de campaña también es como un taller de reparaciones. Si a un entorno tan frío le sumas la intensidad de la luz ultravioleta, solo es cuestión de tiempo que algo se rompa.

Ayer fueron mis botas. Tengo unas botas de esquiar noruegas que ya he utilizado en otras expediciones a lo largo de los años. Son ligeras, te protegen del frío y la suela es lo suficientemente rígida como para pedalear. El año pasado, mientras realizaba el curso de entrenamiento polar, tuve que pegar la talonera con pegamento. Al coger las botas, me olvidé por completo de la reparación anterior. Ayer, cuando concluía la jornada, la talonera de mi bota se había empezado a despegar. No falta mucho para que se desprenda completamente.

Suelo llevar un kit de reparación bastante completo, que varía de tamaño según la expedición. Para la bicicleta, dispongo de un pequeño surtido de herramientas, así como otros artículos. La goma era demasiado gruesa para una aguja, por lo que decidí taladrar a través del talón, utilizando tornillos y tuercas. Ahora parece un poco la bota de Frankenstein, aunque conseguí superar la jornada en plena forma.

Fue otro día frío y soleado en la meseta polar. El entorno no cambia demasiado, pero sigue siendo precioso. Es como si viajásemos entre dos círculos perfectos. Blanco debajo y azul encima.

Yoshi pareció sorprendido cuando le describí la estación polar de Amundsen-Scott. «Es como una pequeña ciudad», le dije.

«¿De verdad?», respondió. «Pensé que lo único que quedaba era el poste».

Transcurridas unas horas, miré hacia el sur y vi unos cuantos puntos negros y una masa blanca y redonda en el horizonte: la estación del Polo Sur a tan solo 22,5 kilómetros de distancia.

Cuando me paré para contárselo a Yoshi, se puso a llorar de emoción por estar tan cerca. El día anterior había tenido que convencerle para seguir adelante después de una mañana especialmente complicada. Estoy orgulloso de su esfuerzo y aliviado por estar tan cerca del Polo. «Eric», dijo Yoshi, «No veo nada sin mis gafas».

Distancia recorrida: 22 kilómetros

Campamento listo para descansar

Campamento listo para descansar

Día 7, -37º

«Hoy estamos en la parte más al sur del mundo», le dije a Yoshi, que estaba igual de entusiasmado que yo.

Nuestro entusiasmo desapareció en cuanto empezamos a pedalear con un viento de cara muy molesto. Estaba cansado y tenía ganas de acabar. Notaba que Yoshi también lo estaba.

Le había pedido si podía hacer el primer turno del día. Me di cuenta de que el efecto mental de estar al mando aumentaba su nivel de energía lo suficiente como para aumentar ligeramente nuestro kilometraje por horas. Después de una hora me puse al mando, con la cabeza gacha para protegerme la cara del frío. Poco a poco, la estación polar de Amundsen-Scott se hacía cada vez más grande.

Finalmente, llegamos a nuestro campamento. Rob Smith, el representante de ALE en el Polo Sur, nos dio la bienvenida cuando llegamos al campamento y todo eran sonrisas mientras nos acompañaba a la tienda de campaña climatizada. El Polo Sur, propiamente dicho, aún estaba a media milla de distancia, pero estábamos cansados y hambrientos… Y, encima, había calefacción.

Sentado en el campamento base climatizado de ALE, tomándome una cerveza, la lucha, la tensión y el agotamiento de la semana desaparecen tan rápidamente como las estalactitas que cuelgan de mi pasamontañas y del buff. Me acerco a la estufa para aprovechar todo el calor.

Una hora más tarde, volvimos a abrigarnos con la ropa polar y pedaleamos los últimos metros hasta el Polo Sur. La sensación fue increíble. Lo habíamos conseguido.

Hice unas cuantas fotos de Yoshi con el Polo Sur de fondo hasta que el frío le obligó a regresar al campamento. Yo me quedé en el Polo para hacerme unas fotos con mi Farley. Acababa de convertirme en el primer guía en completar la expedición Last Degree al Polo Sur subido en una fat bike. La sensación fue increíble.

Conquistando el polo sur

Conquistando el polo sur

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