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El porqué las trampas mecánicas (motores) en las bicis es lo peor que le ha pasado al ciclismo

El uso de motores en las bicicletas de competición coloca al ciclismo fuera de los valores mínimos que debe representar cualquier deporte

vivax

Ya es un hecho. El uso de motores en las bicicletas en competición es una realidad confirmada. Desde hace mucho tiempo vivíamos en un mundo de especulaciones, rumores y burlas sobre la posibilidad que los competidores en las mejores carreras del mundo pudiesen estar empleando una trampa tan descarada como el uso de un motor eléctrico en sus bicicletas. Un hecho, que por su naturaleza suscitaba más risas que preocupación real, pero que una vez constatado que de ciencia ficción no tiene nada, pasa a convertirse en lo peor que le podía pasar al ciclismo, por encima de la lacra del doping con la que el deporte ya vive asociado desde hace décadas.

La peor trampa descubierta de la peor forma

El propio caso del descubrimiento del motor en una de las bicicletas de la corredora belga Femke Van den Driessche durante la disputa de los Campeonatos del Mundo de ciclocross no hace más que añadir muestras que las trampas tecnológicas son algo mucho más extendido de lo que podíamos imaginar. Todos esperábamos que, si algún día tenía que pasar, encontrar una bicicleta con motor en competición se produjese en el ciclismo profesional de carretera. La cima de la pirámide del ciclismo de competición, donde más dinero hay en juego, donde mayores recursos tienen disponibles y donde más controles se realizan. Pero ha sido en una modalidad secundaria del ciclismo, el ciclocross, y en categoría femenina.

No hace falta ser un experto en ciclismo para, con estos hechos, saber que el uso de bicicletas con motores eléctricos en competición es algo que hace años que sucede y que está extendido por todas las disciplinas y categorías. De la misma forma que en el ciclismo profesional de carretera se emplean los métodos de doping tradicional de forma «pionera» para con el tiempo ir extendiéndose al resto de categorías y disciplinas, algo constatado con el uso de sustancias como la EPO, por nombrar sólo la más popular.

Además, si en el dopaje tradicional muchos de los corredores se acaban escudando en qué ellos solos han conseguido la sustancia y ellos solos se la han administrado, pensar que una sola corredora es capaz de comprar el material necesario y realizar la complicada instalación en el cuadro que requiere el sistema para que pueda pasar desapercibido en competición es ser muy inocente.

Si bien, como era de esperar, la marca de la bicicleta modificada (en este caso los italianos de Wilier) se han desmarcado rápidamente de cualquier responsabilidad e incluso han amenazado con iniciar acciones legales contra la corredora, es evidente que ya existe una red capaz de modificar bicicletas para equiparlas con motores listas para competir. Y si una corredora de ciclocross tiene acceso a ella, es que muchos otros corredores, equipos y modalidades también han podido tener acceso al mal llamado «dopaje tecnológico».

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El ciclismo de competición, como un juego de trileros

El uso de motores dañará la imagen de la competición muy por encima de lo que lo ha podido hacer el dopaje físico. Lo hará porque sitúa al ciclismo de alta competición fuera de los mínimo valores que representa la competición. Si bien el dopaje físico es igualmente deleznable, éste siempre va asociado a la necesidad constante de emplearse al 100% en los entrenamientos y a mantener el sacrificio que el ciclismo siempre ha representado. Pero las trampas mecánicas son otra liga. ¿O qué crees que puede suponer disponer de 100 a 150 vatios extra cuando tu quieras y sin mayor esfuerzo?

Si se ha descubierto en el ciclocross, es difícil creer que no hace tiempo que se emplea en carretera, como también es difícil no creer que puede haber llegar al mountain bike. Aunque en nuestro caso, y con el especial diseño que suelen tener los cuadros (especialmente los de doble suspensión) se hace mucho más complicado a nivel técnico poder acoplar un motor del tipo que se cree que están empleando. Aunque si es tecnológicamente posible, por disparatado que sea el coste, solo hace falta que alguien lo considere viable (ya sea a nivel económico en busca de un gran triunfo o a nivel personal en busca de la tan deseada gloria) para que se realice.

La UCI a la caza de tramposos

Ya hace algún tiempo, sobretodo tras las excepcionales carreras de Cancellara en 2010, con algunas acciones espectaculares en competición, y tras las acusaciones de haber usado motores en sus bicicletas por parte de algunos medios, que la UCI instauró una serie de controles para intentar cazar a los tramposos. Desde infrarrojos a cámaras en cables de fibra óptica para inspeccionar el interior de los cuadros. En cualquier caso, la UCI nunca se ha distinguido por ser un organismo capaz de frenar las trampas en nuestro deporte.

La tecnología para instalar motores dentro del cuadro hace tiempo que existe, como mostramos con el Vivax Assist. Sólo faltaba buscar la forma de reducir la batería e integrarla también en el cuadro.

Sobre las consecuencias de ser pillado usando este tipo de dispositivos, en el caso de Femke Van den Driessche, se enfrenta a una sanción de como mínimo 6 meses, y una multa de hasta 180.000€ si es encontrada culpable. Una nimiedad si lo comparamos con el daño hecho a la imagen del ciclismo.

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